El filósofo declara
La Jornada
Sección: Cultura
Fecha : 2 de septiembre de 2010
Olga Harmony
Como en su primer texto dramático, Muerte parcial, en este
segundo Juan Villoro juega con las apariencias, pero ahora de una manera mucho
más intrincada y definida. En El filósofo declara nada es lo que parece ser,
desde la absurda farsa que preparan el Profesor y Clara a la espera del Pato
Bermúdez, que incluye el ensayo de delirantes parlamentos y el fingimiento de
parálisis del filósofo, hasta el disfraz irónico de un sometimiento total por
parte de Clara que oculta su sometimiento real, como los hirientes comentarios
del marido ocultan un amor que los dos conocen y saben verdadero. Los
ingeniosos parlamentos del Profesor enmascaran un recuerdo de nobleza infantil
que se ha perdido en la fragilidad de la feria de vanidades y nada escapa a
este enredo, ni la verdadera misión del chofer Jacinto o, mucho tiempo atrás,
la creencia en el amor y el sexo libres que ha dejado cicatrices tanto en el
Profesor y en Clara, que finalmente no son ni fueron Sartre y Beauvoir, como en
su relación con Bermúdez.
La impostura como sustituto de la lealtad al propio
pensamiento parece ser lo que nos dice Villoro. Mientras el Pato Bermúdez ha
hecho una brillante carrera de intelectual ligado al sistema, que lo ha llevado
a ser presidente de la Academia de Filosofía, el Profesor se refugia en lo que
cree –y espera que todos crean– su integridad de pensador puro y ajeno a las
glorias del mundo, pero las revelaciones del antiguo amigo y contrincante dan
cuenta de un fingimiento más. No es de extrañar la reacción final de Pilar, la
sobrina escritora, que es ajena a todo este tejemaneje pero que algo intuye en
el momento de absoluta veracidad del confundido Bemúdez. Si hay que resaltar
los chispeantes e ingeniosos diálogos, que en todo se emparentan con la
brillante obra en ensayo y narrativa del autor, también hay que referirse al
fondo que enmarcan, de realidades y su reflejo o de realidades y sus máscaras.
Mónica Raya, que es también responsable del vestuario,
diseñó una eficaz e inteligente escenografía que permite dar los tres
escenarios que la obra requiere en el pequeño espacio del teatro Santa
Catalina, con ese largo mueble con ruedas que se convierte en mesa de cocina y
la pared cuadriculada cuyos cuadrados pueden ser pequeños cajones de los que se
extraen diversos objetos. Por cierto que el hallazgo en uno de ellos de la
pantufla acerca de la cual el Profesor intenta una reflexión filosófica, y que
es una de las ingeniosidades más ácidas del texto, resulta un tanto forzada
porque nada lleva al protagonista a abrir la puertecita, pero por lo demás el
trazo escénico de Antonio Castro es muy limpio y fluido y su excelente
dirección de actores logra que ninguna intención pase desapercibida.
Arturo Ríos confirma como el Profesor que es uno de los
mejores actores con que contamos. Pone el énfasis donde corresponde, rezonga
cuando es necesario, se yergue y se derrumba, resulta convincente en su
confesión y grotesco en su ira, usa toda la envenenada malicia de su personaje
para dar cuenta de lo lamentable que puede ser un triunfo final, que también es
apariencia pura. Junto a él, Pilar Ixquic Mata no desentona actoralmente en el
extraño personaje de Clara, la esposa que finge ser devota y entregada para
ocultar con sus exageradas actuaciones que lo es en verdad hasta límites casi
inverosímiles en una expiación de veleidades pasadas, en constante duelo con el
amado contrincante. Emilio Echevarría es el tercero en discordia, el Pato
Bermúdez, el intelectual que escala puestos y que hasta cierto punto se ha
burocratizado, pero que resulta más honesto que el amigo al que apoya en
secreto. Fabiana Perzabal es Pilar, la sobrina autora de un best seller escrito
en India y cuyo retorno precipita el recuerdo del noble acto infantil del
Profesor y del cariño a su hermana, lo que también lo une a Bermúdez y a lo
mejor incide en las confesiones que hace a éste. Muy gracioso Édgar Parra como
el torpe Presocrático, el chofer que no lo es y como el verdadero Jacinto.
Rafael Mendoza, diseñador de iluminación; Miguel Hernández, diseñador de audio,
y Amanda Scmelz, diseñadora de maquillaje, contribuyen a esta escenificación.
Nota: El filósofo declara, de Juan Villoro, bajo la dirección de Antonio Castro, se presentó en el TeatroSanta Catarina, Jardín Santa Catarina No. 10, Coyoacán durante el 2010.
http://www.mediafire.com/?y33n775lwiwoxb8
ResponderEliminarAhí se puede descargar la obra en formato pdf
Unicamente ordenar con el texto completo y listo.
ResponderEliminarPriscilla con ordenar el texto te refieres a subir la obra completa? ya descargue el pdf pero no puede copiar y pegarse, lo dejo sólo como enlace? en que orden, enlace y luego el articulo de la jornada?
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