Me parece interesante hacer un análisis sobre la imagen del
filósofo y su relación con la locura. En efecto, parece ser que en ocasiones se
tiene muy presente la condición mental del filósofo, representándole como un
loco o como alguno de sus derivados. Tal vez el ejemplo más trillado sea el de Friedrich
Nietzsche, pero al igual que él hay muchos otros filósofos que son
representados como locos, histéricos, o incluso (y aunque suene contradictorio
con la labor filosófica) absurdos. Podemos encontrar varios posts como ejemplos
claros de esto: la bambina
filosófica, una niña de semblante desquiciado que piensa como una adulta de
30 años; la protagonista de Iris,
quien parece tener un desorden psicológico al no aceptar su edad; el
contradictorio Wittgenstein
de la revista Algarabía, un genio lógico que no recuerda a lo que ha ido a la estación
de trenes; o el protagonista de “El
Filósofo declara” quien es un histérico. Incluso en la comedia parece
hacerse alusión a este caso: el nefastísimo Armando
Hoyos raya en lo absurdo y es pintado como un personaje que no tiene muy
claro ni de lo que está hablando; ya no mencionemos al huevo
filósofo y su seria condición de drogadicto repitiendo una serie de
sandeces no menos absurdas; San
Agustín en Frikipedia es llamado “medio loco”; e incluso en la definición
general del filósofo
de esa misma página hay una sección que especifica su “Trastorno mental”.
En este sentido, podríamos acotar dos tipos de locura con
que se representa al filósofo: La locura psicológica, que vendría siendo
una condición médica y más seria, como la de Nietzche, o la de Wittgenstein y
sus crisis suicidas; y la locura absurda, que vendría siendo más una caracterización
cómica que pretende ridiculizar al filósofo por manejar temas aparentemente
incomprensibles para los otros, así como términos retóricos que a menudo
resultan contradictorios y discursos metafísicos que parecen no ir a ningún
lado. Todo esto termina dejando parado al filósofo en el plano de lo incomprensible,
y por ello, por incomprensible, resulta también ridículo; como es el caso ya
mencionado de Armando Hoyos o del huevo filósofo que no sólo retrata y
ridiculiza, si no que exagera (cómico al fin) el uso de discursos “metafísicos”.
El filósofo Gustavo Bueno hace una distinción similar entre locura subjetual y
locura objetiva: “La locura subjetual afecta al individuo o al grupo de
individuos, altera sus funciones cognitivas o conductuales, según una gama muy
amplia y heterogénea que va desde la simple distracción o «enajenación transitoria»
[…] La locura objetiva (podría llamarse también locura cultural,
en sentido objetivo) tiene lugar por relación al sistema que se tome como
referencia y aparece como característica propia de un curso de construcciones o
proyectos inasimilables por ese sistema. La locura objetiva puede no implicar
la locura subjetual correspondiente.”
Basándonos en la distinción de Bueno, y tomándonos la
libertad de hacer un paralelismo, la locura que yo he llamado psicológica
tendría relación con la subjetual y la que he llamado absurda con la objetiva,
lo que nos permite vislumbrar que la locura objetiva, más que ser una condición
intrínseca del filósofo, tiene que ver con los sistemas conceptuales de los
otros. Aquélla caracterización del filósofo no sólo como un loco, sino como una
persona absurda, tiene que ver con el rompimiento y la incompatibilidad entre
su sistema y el sistema de creencias de los otros y también, con la
imposibilidad o el desinterés de comprender al filósofo. No es que el filósofo
en realidad sea absurdo, ni que en verdad sea incomprensible, al contrario, el
filósofo trata de darle coherencia y sentido a su sistema filosófico; es más
bien una cuestión de incompatibilidad que parecería resolverse sólo mediante un
diálogo libre de prejuicios que permitiera la comprensión del otro. Sólo mediante
el no-rechazo y la asimilación de la labor filosófica podríamos lograr una
apertura donde el filósofo deje de ser visto como un loco, como un inútil o
muchos otros adjetivos peyorativos que sólo apuntan a una visión cerrada y
unilateral del mundo por parte de los otros.
En cuanto a la locura subjetual, también parece haber un
prejuicio que en ocasiones tiende a generalizarse; esto en parte por Nietzsche,
por ser el ejemplo más reconocido no sólo de un filósofo, sino de un filósofo
que enloqueció y que sin razón dejó parados a los demás filósofos, si no como
locos, mínimo como histéricos, neuróticos o desquiciados; pueda pensarse que por
el gran ejercicio intelectual (y muchas veces calificado como inútil) que
realizan, siendo que “de hecho, es muy escaso el número de grandes filósofos
que a la vez hayan padecido locura subjetiva, en comparación con el gran número
de artistas (músicos y pintores principalmente) y aún de científicos
(matemáticos o físicos, sobre todo) que sí la han padecido.”
En conclusión, me parece que la imagen del filósofo
correspondiente a la locura es, en muchos casos, como se ha dicho, producto de
un prejuicio y de una incomprensión hacia la labor filosófica, ambas, muchas
veces injustificadas; otras tantas podrían coincidir según la particularidad
del caso, pero como ya lo comentaba Bueno, casos de locura no sólo en
filósofos, sino en muchos otros pertenecientes a ramas distintas.
*Todas las citas fueron tomadas de Bueno, Gustavo; “Filosofía y Locura” en El Catoblepas; número 15, Mayo 2003. p.
2. Se puede consultar en http://www.nodulo.org/ec/2003/n015p02.htm
Por: Andrea Saavedra.
Muy buena entrada Andrea. Me gusta mucho la referencia de Bueno que tomas para trazar tu reflexión sobre los tipos de locura y el filósofo. Tambien es buena la referencia que haces a los items coleccionados. Aunque confieso que la conclusión me parece un poco obvia y estoy seguro que mas que conclusiones, lo que has observado puede llevarte a algunas preguntas. Por ejemplo, sobre la relación entre locura patológica y locura cómica: es una motivo de la otra, o son están disociadas? Qué dice esto de la sociedad que señala al filósofo como un loco, piensa que la racionalidad borda siempre con lo irracional?
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