Existe en
la actualidad la opinión
generalizada de que la filosofía “no sirve para nada”, junto con la idea de que
el sistema educativo debe formar ciudadanos productivos, es decir, seres
humanos competentes en el funcionamiento del sistema económico y el sistema político, esto hace que la pervivencia de la filosofía en los planes de estudios preuniversitarios se encuentre en peligro constantemente. Si confesamos de
entrada que la filosofía no es una ciencia sistemática, carece de aplicaciones
productivas y, lo que es más, introduce la duda y el debate acerca de la
identidad personal, el vínculo social y sobre los valores en que se asienta el
sistema político, parecerá que damos argumentos para su marginación; ni el
estado ni las personas se sentirían tentados a pagar por el ejercicio profesional
de esta actividad.
Las
sociedades actuales requieren para su funcionamiento el trabajo de
profesionales calificados de todo tipo, y debo decir que además el avance de
las investigaciones y la técnica es tal que resulta necesario la constante
actualización de conocimientos. Es aquí en donde los críticos a la enseñanza de
la filosofía cuestionan que dado este contexto ¿cuál es el lugar de la
filosofía en una sociedad como esta?
En primer
lugar vale la pena pensar que no toda filosofía ha funcionado socialmente como
un saber crítico, algunas filosofías en momentos históricos diversos han
funcionado como herramienta para legitimar algunos ordenes sociales y
políticos. Del mismo modo es importante reflexionar que la filosofía ha
contribuido poderosamente a dar forma a las creaciones humanas, ha permitido
que las personas tengan una capacidad configuradora del mundo. En este sentido
las sociedades complejas actuales son en buena medida producto de la acción
racionalizadora de la filosofía, y en esto es que se puede encontrar tanto un
argumento a favor de su enseñanza como uno en contra.
La
filosofía es necesaria en la socialización de las personas, particularmente de
los jóvenes, ayuda ineludiblemente a comprender el mundo en que se insertan y
que los configura como son ayudándoles a cobrar conciencia conceptual sobre
ciertos modelos de racionalidad, a comprenderse a sí mismos como son y a
tornarse críticos al respecto de su propia realidad y la realidad social que
les atraviesa. Este punto es de suma importancia para entender de qué forma es
pertinente la enseñanza de la filosofía sin que ésta se convierta en esa arma
de doble filo de la que hable algunas líneas atrás. La dimensión crítica de la
filosofía entendida como un valor positivo (crítico vs. dogmático) es aquello
que esencialmente debe considerarse fundamental para la formación de los seres
humanos, es lo que permite cuestionar a la filosofía misma al respecto de sus
posibles legitimaciones que van más allá de ella.
Esta
capacidad crítica de la filosofía es lo que nos permite separar o distinguir al
filósofo de sus eventuales utilizaciones ideológicas, hay algo en el ejercicio
del pensamiento filosófico que trasciende siempre los límites de cualquier
ideología, es justo la capacidad crítica lo inseparable de todo ejercicio
argumentativo. Entonces ¿no es acaso una posición dogmática la que toman los
críticos de la enseñanza de la filosofía al mostrar su intención
“productivista” y valorar la filosofía y su transmisión como algo superfluo? En
lo personal, justamente lo que muestra este tipo de posturas es su enorme
necesidad de la filosofía.
La
sociedad necesita el estudio de la función crítica y racionalizadora de la
filosofía para hacer posible la comprensión de su propio funcionamiento; esta
labor solo puede ser realizada transmitiendo en primera instancia sus propias
realizaciones enmarcándolas en una tradición, esto quiere decir, permitirle el
acceso al estudiante a la historia de las ideas para en un segundo momento
invitarlo a hacerse consciente de los modelos axiológicos en los que está
inmerso y que lo ayudaran a construirse como un individuo crítico de su propia
realidad.
Aquí me
parece pertinente recordar a Deleuze en su texto ¿Qué es la filosofía?[1]
En donde al hacerse la pregunta esencial por la filosofía dice que la filosofía
es creación de conceptos, y el concepto es un tubérculo, siempre móvil y
mutable; todo concepto nace de una experiencia singular. El concepto es un acto
de creación y la filosofía tiene como medio de expresión justamente eso, los
conceptos. La creación de pensamientos es una forma de arte, todo concepto es
un dispositivo de experimentación y es a la vez experiencial. Como he
mencionado anteriormente en esta sociedad tecnologizada se tiende a pensar en
la reflexión filosófica como algo innecesario y ocioso, se da prioridad a
aquello que tiende a un fin productivo, algo así como una teleología material.
La respuesta que daría Deleuze al respecto es que justamente no existe punto de
partida ni de llegada, aquello que realmente importa es el instante, el ENTRE,
eso es lo que transforma, el pensamiento filosófico es en sí ya un acto
intensivo. Los conceptos son aerolitos no mercancías. Ahora bien, para llegar
realmente a tener ideas genuinas hay que tener cierta formación en el tema, en
este caso filosofía, hay que tener claro que tener una idea es un
acontecimiento, no es común, y esto se logra únicamente en la preparación
contante en la tradición filosófica, de lo contrario lo que tendríamos como
resultado sería únicamente una serie de ocurrencias. Sólo en la técnica puede
haber imaginación, es por ello que la enseñanza de la filosofía, de la historia
de la misma, se vuelve algo fundamental para poder desarrollar a partir de ello
ideas propias. La filosofía es un acto de creación y la creación es siempre un
acto de resistencia. Y claramente la idea necesita agenciarse o materializarse
para trascender, para servir como detonador. Es en esta forma en que la
filosofía se convierte en actualmente necesaria, es indispensable dejar atrás
el paradigma de pensamiento como simple reflexión inútil, y entender que el
pensamiento es en sí un acto de creación.
La
filosofía además es un acto de formación de seres humanos idealmente
conscientes, y formar es más que conocer, es un modo de percibir y de actuar
que articula la personalidad del sujeto, y supone que ese sujeto es una
totalidad que se autodetermina. Formarse es reconocer en lo extraño lo propio y
hacerlo familiar, es el movimiento esencial por el que accedemos a la humanidad
plena, es por ello que nos formamos apropiándonos del lenguaje, las costumbres,
los conocimientos e inclusive de las creencias de la sociedad a la que
pertenecemos. Entonces formarse no es únicamente la adquisición de
conocimientos, sino también el desarrollo de la sensibilidad y el tacto, con
nuestra capacidad de experiencia estética y de discernimiento histórico.
Es la
filosofía lo que debe permitir una ruptura con la creencia de que el
conocimiento científico es la única vía de acceso a la verdad y lo que permite
que los sujetos se conviertan en máquinas productoras de riqueza.
La
filosofía está comprometida a repensar los postulados de acciones sociales con
sentido crítico, con una política participativa y con una racionalidad
compatible con la libertad.
Para
concluir entonces, en definitiva la enseñanza de la filosofía no sólo es
actual, es necesaria para coadyuvar a construir individuos capaces de
cuestionarse al respecto de su lugar en el mundo, para insertarse en una
sociedad que se presenta llena de nuevos retos y por lo tanto de nuevos
paradigmas, dignos de ser puestos siempre en cuestión, para desarrollar ideas
propias y llevar a cabo acciones conscientes transformadoras de su propio
entorno.
Priscilla Bulnes
[1]
Deleuze, Guilles, Guattari. Qué es la
filosofía? Trad. Thomas
Kauf Url: http://es.scribd.com/doc/63115/Deleuze-Y-Guattari-Que-Es-La-Filosofia
Tu entrada toca, por supuesto, uno de los temas que motivaron el proyecto que emprendimos en este semestre. Sin embargo, parece una discusión realizada sin tomar en consideración todo el trabajo hecho a lo largo del semestre, pues no hoy ninguna alusión a él, ni tampoco, una referencia a la discusión de fondo sobre la representación de la filosofía. Eso hace que, si bien es una entrada válida, interesante -aunque me parece sin entrar en complicaciones de ningún tipo- termina por ser más bien un soliloquio.
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