Filósofo de etiqueta.
Durante el curso pudimos darnos cuenta de la multiplicidad de imágenes que
hay de los filósofos, desde el ya clásico fumador de marihuana Véase huevo cartoon, pasando por el erudito enclaustrado Véase Sophie Bassouls hasta el súper héroe Véase philosophical Powers , vimos como lo que en un inicio fue “la imagen del
filósofo” se convirtió en las imágenes del filósofo ya que la mayoría partían
de enfoques diferentes y algunas mostraban aspectos que no siempre han sido tratados
o no son tan populares; pero en general, todas estas formas buscan darle al filósofo una identidad, un
sitio dentro la sociedad. Algunas de las formas que observamos son graciosas,
misteriosas, ridículas, sobrias, etc. pero
lo que de común tienen a mí parecer son
tres aspectos:
- 1. El filósofo es alguien que tiene mucho conocimiento.
- 2. Está en un ámbito de realidad diferente al resto de la sociedad, es “raro”.
- 3. Es una persona solitaria.
Bajo estos tres supuestos, me pregunto ¿qué tanto los filósofos estamos
comprometidos con un ideal del filósofo? ¿Cuáles son nuestros límites? Y ¿Qué
tanto estamos dispuestos a aceptar nuevas conductas y modelos de pensamiento?
Si bien, no generalizo, sí observo una tendencia (al menos dentro de la
institución en la que nos encontramos) de repetir estereotipos como las arriba mencionados; entre los
filósofos suele haber un rechazo hacia lo diferente, en este caso hacia lo
“normal” u ordinario, este rechazo es reflejo de la carga conceptual que se
trae arrastrando y que dictamina la diferencia entre El Filósofo y todo lo
demás.
Haciendo recuento de clases pasadas tomo el siguiente ejemplo: ¿Qué pasaría
si una chica vestida de manera provocativa (al estilo Jessica Rabbit) llega al
salón de clases y dice ser filósofa? ¿Le creeremos? ¿Estaríamos dispuestos a
aceptarla? Este es quizá un mal ejemplo,
pero lo que quiero mostrar es cómo dentro del ámbito filosófico existen
posturas que confían en que para ser filósofo hay que tener ciertas
características infranqueables o de lo contrario, no puede llamarse tal, pero ¿qué hay de los filósofos que reconocen que no
saben, ni mucho ni de todo, o que no proclaman
ser el tope del mundo? ¿O que simplemente no buscan la soledad?
La llamada crisis del filósofo a la que nos enfrentamos me parece que es
más bien una transformación, una nueva forma de hacer filosofía y ser filósofo,
que involucra volver a pensar qué somos y reinventarnos. En este sentido es de gran ayuda ver cómo nos
miran aquellos no tan cercanos a la filosofía y qué tanto nosotros fomentamos
ciertas maneras de ser (acartonadas o no) y para qué.
Elaborado por: Paulina Ramírez
Elaborado por: Paulina Ramírez
Paulina, dentro de lo poco que acabas de escribir, pero con lo mucho que das a entender, me pregunto, será que tengo algo de filósofo?, o será que soy solo un inquieto buscador de una verdad que no encuentro, o de una verdad que no quiero encontrar. Muchas son las inquietudes que siempre han rondado en mi mente, y en algunas ocasiones he creído que al fin llegué a donde es, pero luego de un tiempo veo que tampoco es lo cierto y con gran desengaño me doy cuenta de que la verdad no existe, todo es iluisión y nada es lo que parece ser.
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