El quehacer del hombre solitario y la seriedad ante la búsqueda del conocimiento
«El hombre solitario es una
bestia o un dios»
Aristóteles
El curso de
Problemas de Historia de la Filosofía se desarrolló bajo la propuesta de reunir
elementos que representaran la imagen del filósofo desde la mirada de otros, y
no desde los propios filósofos. Esto debido a que se partió del supuesto de que
la imagen del filósofo actualmente está en crisis en todo el mundo. Por lo
tanto, se planteó la tarea de reunir diversas representaciones en distintos
formatos, para vislumbrar cuál es y cuál ha sido la imagen social del filósofo
en los últimos cien años, así como cuáles son los prejuicios y asunciones que
se tienen sobre su actividad. Esta tarea se conjugó a la par de varias
discusiones realizadas en clase sobre los elementos e ideas que surgían gracias
a nuestras investigaciones.
Dos preguntas
que estuvieron presentes todo el tiempo fueron las siguientes: por un lado,
¿cuáles son las ideas que recurrentemente tenemos los filósofos de nosotros
mismos?, y, por otro, ¿cuáles son las ideas que tienen recurrentemente los no
filósofos sobre nosotros? Pocas semanas después de iniciar el proyecto, pudimos
detectar que la mayoría nos habíamos inclinado a buscar y encontrar elementos
que representaban a los filósofos más populares y reconocidos del siglo XIX y
del siglo XX, como Nietzsche, Wittgenstein o Sartre. Asimismo,
descubrimos que, o bien, nos enfocábamos en buscar representaciones de
filósofos famosos, o bien, imágenes que mostrarán al filósofo de forma
positiva. Fue así como admitimos que los filósofos solemos preferir entre todas
las imágenes y representaciones que hay de nosotros a aquella imagen que nos
muestra como grandes hombres dedicados al saber sobre el sentido de la vida y
la existencia; esa imagen que nos muestra con una actitud reflexiva y erudita.
Además, aceptamos que siempre solemos expresar que esa actitud es para
nosotros, no sólo la mejor de todas, sino que es la mayor de la virtudes. De
modo que para los filósofos resulta indudable que la filosofía es la mejor, y
tal vez la única manera, de encontrarle sentido a la vida. Así pues, es
importante detectar de qué forma se realiza nuestro quehacer.
Por lo anterior, descubrí dos cosas
que son recurrentes en las representaciones que logramos recolectar. Primero,
el quehacer del filósofo es representado como una actividad solitaria, y
segundo, el filósofo es constantemente representado con esta actitud reflexiva,
denotando seriedad y pasividad. Por ejemplo, podemos ver que la mayoría de las fotografías
e imágenes que se encontraron, muestran al filósofo con gestos serios, en posturas
rígidas, y casi siempre sólo en compañía de sus libros o de objetos que a su
vez ayudan a expresar una postura formal, pasiva y distante.
Se suele considerar que alguien es
frívolo cuando asume problemas o situaciones de forma superficial o
injustificada, pero también, o bien, cuando asume el sentido de las cosas sólo
en función de su beneficio o de que éstas lo hagan ver bien ante de los demás,
o bien, cuando intenta demostrar su independencia o mayor importancia respecto
al otro. De cualquier forma es claro que esto trae muchas dificultades,
principalmente, la desvalorización o falta de respecto hacia el otro, o hacia
lo que simplemente no es propio.
Tomando en cuenta esto, pienso que
quizás la crisis en la imagen del filósofo tenga que ver con una crisis en el
propio quehacer filosófico. Una crisis que deviene de identificarnos con ese
carácter solitario y serio, que propicia en ocasiones, una actitud frívola ante
el mundo. Una frivolidad que deviene de situarnos en un lugar privilegiado ante
el conocimiento de las cosas. Esta identificación se nutre de muchas
tradiciones a lo largo de la historia de la humanidad, desde el ideal cristiano
que enaltece la soledad y la seriedad como requisito para comunicarse con la
divinidad, hasta la postura romántica encontrada en varios autores del
idealismo alemán, que consideran que la soledad es de alguna forma un espacio
vital y necesario para entender el mundo y sus designios.
Por lo tanto, lo
siguiente sería reflexionar dos cosas: por un lado, preguntarnos si queremos o
necesitamos de esta actitud en nuestro quehacer y por qué, y por otro, pensar
qué respuestas podríamos dar ante tal señalamiento sobre nuestra posible
frivolidad. Si nuestro objetivo era hallar elementos que puedan explicar la
crisis en la imagen del filósofo, no podemos dejar de pensar y cuestionar todas las cosas que nos hacen ser lo que somos, sean positivas o negativas.
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